La vida de Pablo Arrieta, un ávido lector de cómics y de cuantas páginas descubren sus ojos, gira alrededor de los libros. Hasta su propia apariencia, de personaje de novela de piratas de Emilio Salgari, parece evocar la literatura y ocultar su verdadera profesión de arquitecto, diseñador e instructor certificado por varias firmas de software.
Es difícil cuantificar los libros que ha leído Arrieta durante sus 38 años de vida. Y más ahora, cuando, además de los volúmenes que invadieron las paredes de su apartamento como una hiedra multicolor, compra novedades literarias en su libro digital Sony Reader, descarga textos de clásicos en su iPhone y devora historietas animadas en su iPad.
Con este último dispositivo, Arrieta rebasó la frontera que separa al lector del autor digital y pronto finalizará una obra multimedia que podría ser el primer e-book para iPad que publica en Colombia la Editorial Planeta. Tendrá enlaces a los mejores sitios web que ha navegado en sus más de 15 años de 'cibernauta', imágenes en movimiento y sonidos para ampliar la experiencia del texto plano.
La historia de este ciudadano de la red es novedosa en Colombia, pero mucho más común en un entorno global, en el que se espera que, el próximo año, el 10 por ciento de los libros que se vendan en el mundo sean digitales. De hecho, hay editoriales como O'Reilly, especializada en libros de tecnología, que calcula que venderá el 50 por ciento de sus textos en formato digital.
Los e-books se extienden como un virus por todo el mundo, como se puede constatar en las salas de espera de cualquier aeropuerto de Estados Unidos, país donde las ventas de libros digitales casi se cuadruplicaron durante el último año, al pasar de 25 millones de dólares en el primer trimestre del 2009 a 91 millones de dólares en el mismo período del presente año.
Pero incluso, algunos van más allá: Skip Prichard, presidente de la firma de servicios editoriales Ingram Content Group, planteó en el seminario TOC (Tools of Change), en febrero de este año en Nueva York, que los libros digitales ya están muertos, cuando tienen no más de tres años de vida. Según Prichard, las versiones actuales son apenas copias al carbón de sus primos de papel y no cumplen con la promesa del contenido digital. "En los próximos años, los libros digitales serán reemplazados por versiones mejoradas que harán que las historias cobren vida. La innovación redefinirá incluso qué es un libro".
¿Qué es un libro digital?
Y es que cuando en 1924 Ivor A. Richards describió el libro como "una máquina de pensar", difícilmente podría haber profetizado una mejor descripción de los actuales dispositivos digitales, que conservan el texto como su principal recurso, pero están llamados a ofrecer experiencias más complejas, que emulan las películas de cine y las redes sociales de Internet.
Compendios centenarios como el Diccionario en inglés de Oxford se quedan cortos al definir al e-book como "una versión electrónica de un libro impreso que puede ser leído en un computador personal o un dispositivo de mano, diseñado especialmente para este propósito".
Más bien, los libros digitales son cada vez menos libros y más bibliotecas, porque pueden almacenar centenares de obras en el mismo espacio físico; o más mediatecas, porque pueden ofrecer contenidos multimedia que permiten comprender mejor su contenido; o más talleres literarios, porque pueden ser reescritos por sus propios lectores, solos o en compañía.
Para el experto Francis Pisani, luego de su experiencia en universidades como Berkeley, Stanford y Harvard, hay varias etapas sucesivas que pueden marcar la redefinición del libro digital:
1. Los textos con enlaces. Las conexiones son importantes y los ejemplares que se consiguen hoy no tienen vínculos a sitios de Internet ni notas de pie de página, que pueden complementar el contenido inicial.
2. El relato multimedia. Hay algunos experimentos, como el de Paper Logic, que promueve lo que llama web documentales, en los que se pueden agregar videos y elementos multimedia al relato del libro.
3. La modificación del estilo de la expresión. Por ejemplo, Tim O'Reilly (fundador de O'Reilly Media y uno de los autores del concepto Web 2.0) lanzó un libro sobre Twitter en el que cada página se concibe como una presentación de Power Point. Puede incluso estar en papel, pero la expresión viene modificada por los cambios culturales.
4. El libro del cual participamos todos. Ya se están dando proyectos de creación colectiva, similares a lo que acaba de proponer YouTube, de hacer una película con videos enviados a esta plataforma, que serán ensamblados y tendrán la producción final del cineasta Ridley Scott.
En medio del calor del mes de julio en París, Pisani recuerda sus veranos de hace diez años, cuando viajaba con diez libros en la maleta porque quería tener diferentes lecturas según su estado de ánimo. Hoy, cuando emprende sus vacaciones, lleva apenas su Kindle con 80 diferentes títulos a bordo, que pueden ser ampliados como quiera y con el peso de una revista.
"A la gente que dice que todavía es mejor el papel y que el libro digital no se puede llevar a la playa, hay que recordarle el tamaño de la primera Biblia de Gutemberg, que pesaba una tonelada y medía un metro de altura. El libro digital evolucionará y no hay duda de que en 20 años se leerán menos cosas en papel, pero probablemente más historias", advierte Pisani con su voz nasal digitalizada gracias a la magia de Skype.
¿De quién es este libro?
En el entorno de la creación comunitaria y la fácil distribución del contenido por Internet, el libro digital enfrenta uno de sus mayores retos: la propiedad. ¿Deben ser libres o estar restringidos sus contenidos?
Desde uno de los extremos, que además es un extremo geográfico pues vive en el cono sur, en Buenos Aires, la editora argentina Carolina Sborovsky esgrime que "la lectura es un derecho y eso nos obliga a liberar nuestros textos. Si alguien quiere comprar, que compre el objeto, el libro con el que se entabla una relación afectiva, casi de fetiche, pero la lectura debe ser gratuita".
No en vano, Sborovsky es la propietaria del sello editorial El Fin de la Noche, que publica de manera libre todos los textos de sus libros en Internet, dentro de la filosofía de que quien compra una mercancía tiene que primero verla y probarla para decidirse.
Su editorial acaba de publicar la ópera prima del periodista llanero Julián Isaza, un libro de cuentos titulado 'Ondas expansivas', que bien podría ser uno de los primeros ejemplos colombianos que combina la publicación gratuita en Internet de su texto completo con la edición de un libro en papel, para ser vendido. "Está demostrado que liberar los librosfomenta la venta", explica Sborovsky.
En el costado opuesto del pensamiento y del continente, Patricia Arancibia, gerente de Contenidos Internacionales del Digital Group de Barnes & Noble, de Nueva York, insiste en la necesidad de cobrar por los libros: "Si te gusta un autor, quieres que él siga escribiendo y para poder lograrlo, es necesario que tenga un ingreso"
Arancibia viaja por todo el mundo buscando contenidos digitales y estará en Bogotá dando una charla en la Feria del Libro, seguramente explicando cómo logra la empresa para la cual trabaja vender el 20 por ciento de todos libros digitales que se comercializan en Estados Unidos.
Su labor dista mucho de la democratización de las letras, que pregonan pensadores como el ya mencionado O'Reilly, que les recuerda a las editoriales que son simplemente conectores, amplificadores del conocimiento: "uestra misión fundamental es transmitir contenidos, ¿por qué bloquearlos, si no tenemos que hacerlo? Podemos tener una buena subsistencia incluso si entregamos libremente nuestro producto".
O'Reilly planteó durante una conferencia de innovación editorial, en febrero de este año en Nueva York, que el nuevo modelo de negocio de los libros tiene que ver con legitimar un tema al publicarlo gratis (en Internet, por ejemplo), construir una audiencia y luego comercializarlo.
¿Cómo conseguir un libro digital?
Es claro que el libro digital funciona en buena parte del primer mundo, pero en Colombia no es fácil tener acceso a él. Quienes hoy leen en sus pantallas planas, desde cualquier cafetería del país, han tenido que luchar contra los diferentes formatos que no permiten ver ciertos libros en ciertos receptores, y además comprar el aparato lector en el exterior o encargarlo a algún amigo viajero.
Así lo hizo Arrieta, el ferviente lector y autor bogotano, que hace unos años le preguntó a Sony cómo podía comprar su e-reader y recibió por respuesta que el mercado latinoamericano estaría listo para el producto después del año 2010.
No obstante, centenares de compatriotas compran en Amazon o en iTunes, la tienda en línea de Apple, títulos que vuelan por encima de las aduanas y van a parar a sus aparatos digitales o incluso a sus teléfonos, como sucede con los iPhone, que pueden convertirse en verdaderos libros de bolsillo al utilizar la aplicación Stanza, que ya ha sido descargada más de un millón de veces en todo el mundo. Hace un par de semanas, Arrieta canceló su suscripción a la versión física de la revista Wired, que le costaba 10 dólares por todo un año, pero lo obligaba a pagar 20 mil pesos cada mes por el envío de sus páginas en papel de colores cítricos. Ahora tiene la suscripción para su iPad, que le llega de inmediato, de manera inalámbrica, en un formato similar al característicoc seño del papel, pero complementado con voces de los protagonistas, videos de los temas más importantes y animaciones digitales que mezclan todo ello con un gran sentido del humor.
Así serán los libros de la década que comienza, comentados en vivo y en directo por su autor o por un lector desprevenido desde cualquier parte del mundo. Ilustrados, ya no con viñetas planas sino con imágenes en movimiento y posiblemente tridimensionales. Escritos, dibujados y grabados con un dedo sobre los mismísimos libros digitales.
Para quienes proclamaron la muerte del libro, este se ha levantado de su tumba como el Lázaro que leímos hace años en el Nuevo Testamento, y ha echado a volar apoyado en sus páginas digitales.
El libro digital hace su agosto
La Feria del Libro de Bogotá tendrá un espacio de reflexión dedicado al tema de los libros digitales, entre el 11 y el 13 de agosto. No solamente se discutirán los nuevos retos que plantea el auge que ha cobrado esta tecnología en los últimos dos años, sino su relación con la participación de los lectores en redes sociales de internet y temas legales y aduaneros relacionados.
En su programa académico se han incluido temas que fueron debatidos en reuniones anteriores, como el Foro Publidisa, realizado el año pasado en España, y la conferencia Tools of Change for Publishing (Herramientas de cambio para el negocio editorial), que tuvo lugar en febrero pasado en Nueva York. Pablo Arrieta estuvo en ambos eventos y asesoró a la Cámara Colombiana del Libro en la configuración de este espacio.
En el evento neoyorquino, una de las presentaciones que generó mayores comentarios fue la de Michael Mace, de la consultora Rubicon, quien recordó que en el año 2000 hubo varios intentos por impulsar el libro digital, pero su mercado colapsó. Estas fueron las cinco lecciones que la industria editorial debió aprender, según Mace, algunas de las cuales siguen pendientes:
1. No había suficientes títulos. Los principales clientes de los aparatos digitales son lectores entusiastas que quieren disponibilidad inmediata de lo que quieren leer.
2. Los precios eran muy altos. Los consumidores tenían la percepción de que un libro digital era desechable, como sus parientes de ediciones baratas, pero con un precio de enciclopedia de lujo.
3. No se tuvieron en cuenta los patrones de uso. Cuando las ventas de dispositivos fallaron, se intentó llevar los libros digitales a los computadores, sin advertir que no son cómodos para leer textos prolongados.
4. Los libros no eran suficientemente periódicos. Los usuarios percibían como mejores opciones de lectura los periódicos y revistas, que podían consumir en 'pequeños bocados', de entrega inmediata.
5. Falló el mercadeo. No se apuntó a resolver los problemas de los consumidores, quienes veían el libro en papel como una mejor opción. S. David Mash escribió en la revista Mars Hill Review: "El dispositivo de lectura de los libros de papel está masivamente disponible y gratis (la luz solar). Y además, puede ser utilizado para otras tareas".
De igual modo, en los mencionados encuentros sobre el libro digital se escucharon numerosas frases que pusieron a pensar a los editores, libreros y lectores. He aquí algunas de ellas:
Tim O¿Reilly: Fundador de O'Reilly Media
"Siempre utilizo el ejemplo del atlas, que solía ser un libro y ahora es un servicio. Hace pocos años era algo que se buscaba por internet y ahora es algo que se hace en su celular o en un GPS".
Javier Celaya: Socio fundador del observatorio cultural dosdoce.com
"Hay 15.000 personas que leen The New Cork Times a través del Kindle y el periódico ha recibido dos millones y medio de euros a través de estas suscripciones".
Ray Kurzweil: Creador del modelo del libro digital Blio
"En el futuro, podremos combinar trabajos literarios como el de un libro con muchas otras formas de experiencia. Por ejemplo, la realidad virtual, que es utilizada en el mundo de los videojuegos, podría aplicarse a las novelas de manera que usted, cuando lee una de ellas, puede ingresar a su universo, en un entorno de realidad virtual".
Ventas de libros digitales
En Latinoamérica, las ventas de libros digitales siguen siendo bajas. Una encuesta realizada por el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina (Cerlalc) entre editoriales, distribuidoras y librerías del continente, arrojó que el 41 por ciento de las cabezas del sector editorial cree que en el año 2018 las ventas de libros en formato electrónico sobrepasarán a las de libros de papel en Latinoamérica.
James Patterson
Hace pocas semanas, el novelista estadounidense se convirtió en el primer escritor que vende un millón de libros digitales. Patterson, que creó el personaje del detective Alex Cross, vendió 1,14 millones de libros digitales.
Por Julio César Guzmán
F eltiempo.com
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